martes, 12 de agosto de 2008

Historia incompleta #5 Reencuentro

A partir de aquel momento mi libertad se había extinguido por completo...

La calle que teníamos delante era larga y recta, con varias calles menores que se conectaban a ella, como los afluentes se adhieren a un río. Estaba adoquinada, había minuciosos mosaicos en ciertas partes (con teselas blancas y negras) y no había ni rastro, de basura o restos de residuos. Las casas, diferentes en tamaños y alturas, compartían un mismo color; el gris. El mobiliario urbano era lo poco que ofrecía un toque de color (distintos tonos de marrón). En general la ciudad a simple vista generaba una sensación de tranquilidad y aburrimiento, a la vez, que ya de por sí te quitaban la idea de libertad. Después pude observar que había cámaras de vigilancia rondando las esquinas... Pero sobre todo lo que llamaba más la atención, era que las calles estaban vacías.

Sentirme, de nuevo allí, era como sentirse en una de las antiguas prisiones de seguridad del pasado. El aire allí dentro no corría.

Los empujones y tropezones siguieron al orden del día, una vez traspasamos las murallas. Los soldados comenzaron a desaparecer uno tras otro, por las diversas calles, hasta que me quedé con el jefe, es decir, el que me había hablado en mi escondite; y otro soldado más.

Cruzamos casi toda la calle, que parecía interminable. Todo aquello parecía un bucle programado, ya que la calle era siempre igual (recta y con bifurcaciones parecidas). En cierto momento, me dio por mirar hacia el cielo y pude observar, entre los tejados de las casas, una torre alta, de acero, que sin duda era la estructura más alta de la ciudad. Se trataba de la torre de vigilancia. Allí es donde iban todas las imágenes capturadas por las cámaras, y desde allí se daba la alerta, a la menor incidencia o incumplimiento de la ley legislada.

Al fin después de una larga caminata, entramos en un edificio, que parecía importante, pero que sin embargo yo no había visto nunca, en mi anterior estancia en la ciudad. Se accedía, a través de una gran escalinata y la fachada principal, tenía el aspecto de un antiguo templo griego. Sin ir más lejos se asemejaba a la parte delantera del Partenón, lo que nos haría pensar que estaba basada en la estructura de un típico templo griego octóstilo (fachada con ocho columnas) Sin embargo, la diferencia de ésta fachada con la del templo de Atenea, se encontraba en el orden arquitectónico, que en vez de ser dórico era corintio. Lo que más llamaba la atención era que carecía de acróteras, y el relieve del frontón era demasiado moderno (solo con decir que aparecía un helicóptero es suficiente) Lo que más me gustó fueron las hojas de acanto del capitel de las columnas, que estaban magníficamente talladas.

Pues bien, la larga calle terminaba en aquel edificio, que era una fusión entre la arquitectura moderna y la clásica griega. Comenzamos a subir los peldaños de la escalinata de mármol blanco, los soldados y yo delante. Aun seguía con las manos atadas. La soga, que hacía ese trabajo, de tanto rozar mi piel, me estaban provocando pequeñas magulladuras y picores. Una vez arriba, pasamos por otra majestuosa puerta (esta vez de madera) que ya se encontraba abierta. De repente, la vista se me nubló cayendo al frío suelo, en un golpe sordo. Uno de los soldados me había noqueado...

Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en una silla muy incómoda, con pies y manos atados, a las patas y reposabrazos, respectivamente, de la silla. Me dolía intensamente la nuca y de la nariz me sobresalía un corto hilo de sangre. Aun seguía con la misma ropa, o sea, con harapos, y mis pies desnudos pronto se entumecieron con el frío mármol del suelo.

-¡Bienvenido, Kevin! -una voz tremendamente familiar hizo acto de presencia.

No pude ver al personaje que contenía aquella voz en su garganta, ya que mi silla estaba orientada hacia el lado opuesto, del cual venía la voz.

-¿Qué tal el viaje? Espero que esa bestia no te haya asustado -la voz cada vez era más cercana-. La verdad es que has sido muy difícil de encontrar y no sé como has sobrevivido tanto tiempo ahí fuera. Por ello te hemos tenido una semana inconsciente -"¡¿qué?! ¡una semana inconsciente!" pensé-, te hemos tenido que hacer varias pruebas y es sorprendente. Ni rastro de contaminación, estas muy sano (exceptuando la falta de proteínas y demás por no comer), es como si fueras inmune a la contaminación. Así pues, no te importará que te hayamos cogido unas muestras. Rutina, ya sabes...

Me encontraba, aun exhausto, cuando pude comprobar que mis brazos contenían diversos pinchazos que aun sangraban. Lo que corroboraba la coartada que me estaba soltado aquella voz. Que poco a poco, fue acercándose más y más. Era una voz entre lo agudo y lo fino, un término perfecto, que tiraba más hacia lo grave. Pertenecía a un hombre, por supuesto, pero lo malo fue que me era familiar...

-Kevin, Kevin, Kevin... te ofrecimos la oportunidad de unirte a nuestro bando... ¿por qué tuviste que complicarlo todo?

-Tal vez sea, porque me gustan los retos... -dije sin reconocer mi voz.

De repente, la voz se situó en una boca que me escupió saliva diciendo: ¡Esta vez será diferente!

Nunca olvidaré la expresión de su cara, en aquel momento...

...CONTINUARÁ...

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