Lo único que pude hacer en aquel instante, fue abrazarla aun más fuerte, las palabras sobraban...
Sentí una tremenda impotencia por dentro y una rabia, que parecía haber aumentado durante años y haber salido en aquel instante. Lo mas terrible era el pensar que había considerado a aquel cabrón, un hermano. Fue un golpe muy duro, y más para Alicia. Ella era una mujer fuerte, pero aquello la traumatizó. Y no era para menos...
No sabía como tratarla en aquellos instantes. Yo siempre había sido un tipo solitario y nunca tuve el placer de dar cariño. Desconocía lo que se sentía. Además había sido entrenado solo para matar y para la guerra, términos que no tienen nada que ver con el afecto.
La abracé todo lo que pude, contra mi pecho y comencé a acariciarle el pelo. Entonces noté unas cosquillas por la mejilla derecha. Se trataba de una lágrima. Resbalaba hacia abajo, sin rumbo fijo, y cuando llegó al límite de mi rostro, cayó y se perdió.
-Amor, por muy duro que sea, no podemos dejar que ésto te destroce la vida... -Alicia, había parado de llorar, pero abrazada a mí, no reaccionaba-. Cariño, sé fuerte. ¡Saldremos de aquí y lo superaremos juntos! -seguía sin reaccionar. Me preocupé-. Alicia...
-...pensaba que jamás me ocurriría nada malo, que nunca me pasaría a mí nada... -me miró a la cara-. ¡Has sido tú! ¡Tú has tenido la culpa de todo! ¡Si no te hubiera conocido! -comenzó a pegarme puños en el pecho-, ¡Suéltame, SUELTAME!
Traté de hacerla entrar en razón sujentándola, pero hizo aun más fuerza para alejarse de mí.
-¡SUELTAME, NO ME TOQUES, NO ME TOQUES!
-¡Alicia, yo... solo trato de...!
-¡Que me sueltes...! -no pudo evitarlo, dejó de moverse y rompió ha llorar, abranzandose a mí de nuevo.
Entonces oí pasos fuera en el pasillo. Sonaba muchos y llegué a la conclusión de que era una patrulla que venía a por nosotros, después de haber escuchado todos los estruendos de las peleas.
-¡Alicia, debemos irnos de aquí, o moriremos!
-¡PREFIERO QUE ME MATEN! -lo dijo desesperada, e incluso me saltaron algunas gotas de su saliva, en la cara.
Después se desmayó en mis brazos. No pudo aguantar la presión. Le recogí las piernas y me la llevé en volandas. Salí por uno de los boquetes que habían quedado en la pared alicatada, y me perdí de nuevo en los pasillos. Oí más pasos provenientes de mi delantera y corrí a ocultarme tras una puerta. Me hallaba ahora en una habitación en la que había un científico, una cama y una persona, en ésta, con la cabeza oculta con lo que parecía una bolsa oscura. El tipo, mantenía con una mano, el brazo de la persona de la cama, y con la otra sostenía una inyección. Lo que contenía ésta, lo reconocí al instante. Era un líquido verdosos, es decir, aquel letal veneno. Iba a ejecutarla.
-¡Quieto! -le dí una patada a la mano en la que tenía la jeringuilla, haciendo el doble de fuerza por tener a Alicia cogida, ésta calló al suelo rompiéndose.
Apoyé los pies de Alicia en el suelo, y noqueé al científico con un fuerte puñetazo. Su cuerpo calló destrozando una pequeña bandeja que había al lado de la cama. Luego sujetando a Alicia para que no cayera al suelo, me acerqué a la cama y le quité la capucha. Se trataba de una chica, que tenía ocultas sus formas femeninas con las sábanas. Era joven y atractiva -sin embargo tenía unas enorme cicatrices de quemaduras en la cara-, de pelo oscuro y labios carnosos. Abrió sus ojos claros, al sentir la luz en sus párpados, y desorientada, clavó su vista en mi rostro. Después de poner caras raras y pensarlo un poco habló.
-¡Tú! -dijo.
-¿Me conoces?
-¡Cómo olvidarte, cabrón!
-¿Perdona?
-¡Termina ya conmigo! Estoy ya preparada para mí destino.
-No entiendo nada, estoy aquí para liberarte.
-De la única manera que me puedes liberar es terminando el trabajo que empezaste ¡Asesino!
-Creo que te estas confundiendo.
-¡No, no lo creo! ¡Jamás olvidaría la cara del asesino de mis padres!
Continuará...
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