-I-
Era una tarde de verano en el pueblo viejo. Una tarde parecida a todas las otras tardes de verano. A la hora que empieza a refrescar, cuando las chicharras callan y comienza a ser agradable pasear bajo la sombra de los árboles de la rambla.
El “Haddock” era el bar de los padres de Joana. El lugar dónde trabajaban y vivían. El sitio escogido por la gente del pueblo para charlar a la hora del café y los dominós.
Aquella tarde, la conversación giraba entorno a los hombres con gafas de sol y carteras inflamadas que habían llegado al pueblo conduciendo un descapotable plateado.
- Estos vienen a cargarse la isla. Te lo digo yo.
- No pueden. Está protegida.
- ¡Ja! Protegida mientras haya árboles y animales que interesen. Ahora se construye en todas partes. Los llaman Resorts para los turistas. Se supone que han de traer riqueza al pueblo.
- Podría ser. Es terreno protegido, pero no vive nadie. A las ardillas no se les tiene que dar ninguna indemnización.
- Qué te apuestas que dentro de poco, en vez de tener una Isla de Ardillas tendremos una Isla de Guiris.
- ¡Ja, ja, ja! ¿Quieres decir que estos señores tan estirados se ensuciarán las manos?
- No, eso no. Estos no son de los que se manchan. De eso sí estoy segura.
Joana apareció cruzando la cortina de plásticos de colores, que separaba el negocio de la vivienda. Llevaba puesto el vestido rojo y se había recogido el pelo con una cola. Con paso decidido se dirigió hacia la salida, diciendo un rápido “adiós” a sus padres, como para que no les diera tiempo a hacer preguntas. Apretados contra el pecho, llevaba sus cuadernos de cuentos.
- ¿Adónde vas tan guapa?
- He quedado con Nick. La semana que viene regresa a los Estados Unidos. Nos quedan pocos días.
- ¡Ah! Es majo este chico que te enseña inglés. Pues nada, que lo paséis bien.
- Gracias, mama.
Había explicado a sus padres que le daba lecciones de inglés, pero esa no era la verdad. Los padres de Nick habían nacido allí. Por eso, cada año en época de vacaciones, viajaban desde los Estados Unidos. Nick hablaba muy bien el idioma y no necesitaba ninguna lección para entenderse con Joana. Por su parte, a Joana tampoco le hacía falta su ayuda para perfeccionar el inglés. Era muy espabilada.
Lo que les unía era la pasión secreta que compartían por las historias de miedo. Y por eso, se reunían cada tarde en la colina del cementerio. Se sentaban contemplando las aguas pantanosas del delta del río que separaba Isla de Ardillas de tierra firme.
La isla era una extensión boscosa, alargada como un plátano, dónde se refugiaban animales tan diversos como zorros, ranas, serpientes, ratones y pájaros exóticos. Pero sobre todo era conocida por una raza de ardillas nocturnas de agresividad inusitada. Una rareza de la naturaleza.
Joana y Nick se saludaron con dos besos en las mejillas. Besos fuertes, que significaban algo más que una formalidad. Como siempre, intercambiaron sus cuadernos para leer y comentar los sentimientos producidos por la lectura de esos relatos macabros.
- Me gusta la descripción que haces de la chica. Tiene una belleza sencilla y elegante. Es libre y no se arrepiente de sus actos.
- Me ha salido un personaje muy gótico. Sabía que te gustaría. ¿Qué te ha parecido la escena en que se adentra en el mar con el vestido largo?
- Me ha parecido preciosa. ¿Y tú? ¿Qué piensas de mi relato?
- Me gusta el monstruo, pero no creo que sea necesario que esté enamorado. La historia da más miedo si es de pura maldad.
- No estoy de acuerdo. Creo que su amor añade dramatismo y emoción. Lo siento, pero no lo cambiaré.
- No pasa nada. Es tu historia, Joana.
- Nick, ¿No crees que estas historias tétricas, de violencia y de muertos sólo nos gustan porque no son ciertas? La muerte me atrae. Pasar la tarde a tu lado, junto al cementerio, me inquieta, me hace sentir viva. Pero no sé si me gustaría encontrarme con muertos levantándose de sus tumbas.
- Pues a mí, sí que me gustaría. Me parece excitante. Si pasara, no perdería detalle.
- No siempre se puede estar de acuerdo.
Y así charlando, el sol comenzó a esconderse. Los árboles oscurecieron y la isla se asemejaba a un sobrero de torero gigante, olvidado en medio del pantano. Nick se acercó un poco más a Joana y le ofreció unos prismáticos para observar aquel paisaje fantástico con más detalle. Ella le miró, cogió los prismáticos y también se sentó más cerca. Los dos cuerpos se tocaban levemente. El día que Nick tenía que regresar a su país se aproximaba. Sin decir nada estuvieron allí quietos, sentados, contemplando el paisaje cada vez más difuminado de aquella isla misteriosa.
Entonces, vieron con toda claridad como unos hombres llegaban a la isla dentro de una barca.
Iban muy tapados, con guantes y gorros, y aunque en la oscuridad no se diferenciaran bien sus rostros, se distinguía perfectamente lo que hacían. De una pequeña jaula sacaron una ardilla aturdida que embadurnaron con alquitrán. Después le ataron una mecha en la cola y prendieron fuego con un mechero. La ardilla asustaba chillaba mientras se convertía en una antorcha humeante que corría como un diablo perdiéndose en el bosque y quemando todo aquello que se cruzaba en su camino. Los chicos se pasaban los prismáticos para no perder detalle.
- ¡Bastardos!- Gritó Joana atónita ante lo que acababa de ver.
- ¡Son unos mercenarios, desalmados, asesinos! – gritó Nick.
- Hemos de hacer algo. Esto no acabará bien. Se quemará la isla con todos los animales.
- Avisemos al pueblo, que toquen las campanas de la iglesia, que vengan los bomberos. Que venga todo el mundo a apagar el fuego.
- De acuerdo. ¡Deprisa!
Dieron un último vistazo antes de correr hacia el pueblo, esperando encontrar la humareda inevitable que avisara de la catástrofe, pero las señales de fuego habían desaparecido. Sólo quedaban pequeñas fumaradas de lo que había podido convertirse en una tragedia ecológica irreparable.
- Espera. ¿Cómo es posible? ¿Dónde está el fuego? ¿Y esas cosas que brillan, qué demonios son?
Los ojos inyectados en sangre de los animales de la isla, lucían sanguinolentos como luciérnagas maléficas. Aquellos ojos se miraban fijamente, pasándose el mensaje de unos a otros, como si la venganza fuera el testigo de una carrera que, sin lugar a dudas, pensaban ganar.
Mientras tanto, aquellos hombres asustados intentaban llegar a la barca, cuando una primera lluvia de nueces lanzadas como proyectiles les cayó sobre las cabezas, que intentaban proteger con los brazos. Centenares de ardillas saltaron de rama en rama dirigiéndose hacia los bandidos con los dientes afilados preparados para morder. Los hombres se agitaban y aullaban de dolor. Los animales clavaban los dientes y como perros de presa, no se soltaban a pesar de los golpes y los aspavientos. Los chillidos de los animales se unieron en un ritmo acompasado que parecía el sonido tribal de una declaración de guerra.
Los chicos se frotaron los ojos al ver como, con un comportamiento inaudito, los animales conseguían cruzar los kilómetros de agua verdosa que les separaba. Unos nadando, otros subidos en la barca e incluso había algunos que avanzaban sobre troncos haciendo braza con su pequeñas patas. Era absolutamente imposible, pero estaba pasando delante de sus narices. Una enorme mancha oscura acercaba a los animales y a sus gritos, al área habitada de dónde habían salido los agresores. Y no venían en son de paz.
Joana y Nick lo dejaron todo y corrieron y corrieron hacia el pueblo, como almas que persigue el diablo.
- II –
La noche parecía tranquila. Aparentemente, porque el alboroto que hacían al saltar de rama en rama, delataba al centenar de ardillas psicópatas que esperaban en las copas de los árboles de la rambla. Esperaban, para atacar, la orden de su líder.
La gente que había por la calle no parecía darse cuenta de nada. Incluso había unos niños jugando en la plaza.
- ¡Mira mama! ¡Una ardillita! – exclamó uno de los pequeños.
La madre continuaba hablando con la vecina sin hacer caso del niño pequeño, que sacó unas galletas del bolsillo y se acercó a la ardilla oscura para darle de comer.
El niño extendió el brazo ofreciendo la galleta en su manita. Entonces, la ardilla arrugó la nariz mostrando la dentadura afilada.
- ¿Qué haces? No toques los animales. ¿No ves que traen enfermedades asquerosas? – gritó la madre.
El niño, con un gesto de asco, dejó la galleta en el suelo y se fue corriendo.
La ardilla destrozó la galleta clavándole unos mordiscos salvajes.
Entretanto, el cabecilla de las ardillas estudiaba a los habitantes del pueblo con una mirada maligna e inteligente que penetraba los cuerpos y alcanzaba la esencia de las personas. Buscaba a su contrincante, un líder como él mismo. La persona que había dado la orden de destruir su isla.
Joana y Nick llegaron jadeando. Habían corrido como nunca en su vida, pero el horror evidenció que no había sido suficiente. El terror les heló la sangre cuando pararon para coger aire y escucharon el rumor tenebroso, el ritmo acelerado de la muerte. Levantaron la vista y se encontraron rodeados de ardillas rabiosas que, como una plaga de orugas gigantes cubrían los árboles con sus pieles marrones y sus pupilas sangrantes. Había centenares ¡Millares! Preparadas para atacar, esperando una orden.
Los jóvenes se refugiaron en el “Haddock”, dónde la gente acompañaba la bebida de la noche comentando el insólito comportamiento de los animales. La madre, se acercó asustada a su hija, que se encontraba apoyada sobre el mostrador, sacando el hígado por la boca.
- Respira, Joana. Tranquilízate y explícanos qué pasa.
- Nos quieren matar. Hay que abandonar el pueblo.
- ¿Qué dices?
- Hemos visto como atacaban a los hombres que querían quemar la isla. Los animales, son agresivos.
- Calma, por favor. Todo lo que está pasando es muy extraño.
- Mama, coge el coche, tenemos que avisar al pueblo. Que alguien toque las campanas de la iglesia.
- Estáis locos.
Los gritos de los animales atravesaron las ventanas y todo el mundo se calló de golpe. Las bestias acompasaban el ritmo de sus gemidos, como si entonaran cantos rituales de tribus salvajes. A la madre le cambió la cara. A continuación, cogió las llaves del coche y sin hacer más preguntas, acompañó a los chicos en su intento de salvar al pueblo.
El alcalde no les hizo caso, aunque mientras hablaban iban cayendo cosas lanzadas desde los árboles. El cura tampoco quiso tocar las campanas. “Supersticiones”, dijo. Ni en comisaría, ni en la iglesia, ni en el hospital, ni los bomberos. Nadie les creyó y tuvieron que regresar con la cabeza gacha de la derrota.
Pero cuando el restaurante cerró, unos hombres de aspecto mafioso salieron a la calle, y entonces, la ardilla líder, por fin localizó a su adversario. Una nuez lanzada como un proyectil indicó el inicio de la batalla. El hombre se miró la mano manchada de sangre que brotaba de la herida de la cabeza y no vio como aquel animal poseído se le tiraba al cuello.
Segundos después, todo el pueblo se había convertido en un campo de batalla dónde se mezclaban gritos, gemidos, golpes, mordiscos, charcos de sangre… Todo el mundo era atacado y todo el mundo se defendía como podía. La gente sacó armas insospechadas, pistolas y cuchillos se mezclaban con escobas y sartenes que servían para golpear a las ardillas endemoniadas que mordían enloquecidas. Gritos ensordecedores llenaban la noche. Y al final, montañas de animales muertos. Por fortuna, pocas bajas humanas. El padre de Joana clavó una patada mortal a la que parecía ser la última ardilla, y todos respiraron aliviados.
- Marchémonos de aquí – dijo Nick.
- Sí, a cualquier sitio. Lejos de aquí. No puedo más – respondió Joana.
- Nick, llévatela. Está muy alterada – dijo la madre de Joana, y le lanzó las llaves del coche.
- Escuchadme, hacedme caso, iros. Marchaos todos de aquí. Dejad este pueblo maldito – gritó la chica antes de irse.
Pero nadie la escuchó. Incomprendida, Joana subió al coche y alejándose, miró por la ventana los caminos oscuros y siniestros que la conducían a la paz y tranquilidad que necesitaba. Tal vez fuera verdad que todo había acabado, pero su intuición le decía que tenía que huir de ese lugar.
Nick conducía sin mirar atrás, apretándole con fuerza la mano. Joana se giró para echar una última mirada a su pueblo, cuando vio cómo una enorme diversidad de animales, salían al camino y se dirigían hacia el pueblo.
Zorros, mofetas, lobos…todo tipo de bestias cercaban el pueblo y su mirada era aún más feroz que la de las ardillas. Joana se llevó las manos a la cara y estalló en llanto. Las lágrimas se deslizaron por el rostro de Nick, pero siguió conduciendo sin girarse.
Los gritos de aquella gente se escucharon a kilómetros de distancia.
Texto: Patricia Muñiz Olivera
Ilustración: Elías Santos (Servidor)
Texto: Patricia Muñiz Olivera
Ilustración: Elías Santos (Servidor)
11 comentarios:
Buen ralato, muy bien argumentado , sobre todo me gusta el fondo.Tengo un archivo de ciudades fantasmas, tal vez recuerdes dos que fue las que puse en mi blog pero quedan unas cuantas que no se sabe el motivo solo que de un dia para otro evacuaron, las imagenes que he podido encontrar hablan de una prisa y celeridad grandes puesto que en algunos casos ves que viviendad han quedado con todo sus enseres y a pesar de que han acudido merodeadores ydemas mala calaña que han revulto las cosas parece que tampoco han querido llevarse/ quedarse mucho tiempo.
Como he comentado en el blog de Patrícia, una ilustración buena y apropiada para esa narración.
Un buen trabajo.
Saludos
Elías, gracias por alegrarme la vida con tus ilustraciones :)
Ahora ya me cuadra del todo la ilustración. El briloo de los ojos rojos de la ardilla, no sabía de qué se trataba pero suponía que ahí había gato encerrado.
La naturaleza revolucionada, es algo que más nos valdría temer. Cuesta imaginarse a un animalito tan simpático como un ardilla metida en tácticas de batalla y guerrilla pero desde luego con su agilidad y rapidez bien podrían ponernos en jaque.
RAMON: Todo pueblo fantasma, ha tenido un pasado turbio, o al menos eso quiere hacernos pensar...
Y estoy seguro que la naturaleza algún dia nos hará pagar todos nuestros crímenes contra ella
DISSORTAT: Muchísimas gracias por tus palabras hacia mi trabajo ^^ Se agradece, al igual que tu paso por mi humilde rinconcito :D
PATRICIA: Ya sabes que es un placer hacerte sentir feliz :)
GENOCIDE: Ahora lo comprendes todo no? jaja! Oye por cierto, muchísimas gracias, con tus opiniones y tus aportes, me fuiste de gran ayuda ^^
Ya los estamos pagando, lo que pasa es que la venganza es mas sutil pero no menos cruel, te lo aseguro.
un relato stephen king a la española xD muy bueno i el dibujo tambien :P
Ya te comenté en FB, que la luz es sencillamente perfecta.
Pero lo que más mola es la camiseta,jaja, si no te haces publi tu, quien te la va a hacer...
...Bueno, y yo.
RAMON: Tienes razón, será el 2012 el momento cumbre de su venganza?
CHARLIE: Patricia le da mil vueltas a ese tal Stephen King jaja! Gracias, por la parte que me toca ;)
FER: Claro que la luz es perfecta y además la bombilla es de las ahorrativas xD
Fantástico dibujo para un gran relato (muuuuy bueno, de verdad!).
Saludos!!!!
Muchas gracias, como siempre, Matías :)
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